根据欧洲语言共同参考框架,西班牙语共分为6个级别(A1、A2、B1、B2、C1、C2),每个级别的划分以学生掌握相应级别中对语言的理解、会话和写作的情况核定。语言的理解包括听力理解和阅读理解,会话能力包括口语交流和口语表述,写作能力包括写作技巧。
目前,中国学生去西班牙留学,办理留学签证一般需要A2的水平。入读西班牙公立、私立大学的专业课需要西班牙语水平B2或以上等级。学生可在国内学习西班牙语后,在国内参加西班牙语DELE等级考试。
学习流程
课程特色:
欧风专业的中外西班牙语教师,多年的VIP授课经验,针对学员西班牙语基础情况,制订专属学习方案,兴趣学习为导向,进行针对性授课。**千奕西班牙语VIP班学习的学员,DELE考试**率超过普通班75%以上。
招生对象:
意向短期突击学习西班牙语的学生,无限制;
课程内容:
根据学员语言基础,可以参加A1、A2、B1、B2各级课程模块学习。也可以单独报西语考级冲刺课程。
授课教材:
西班牙语原版引进教材《走遍西班牙》、《AULA》、《USO》、北美西班牙语原版教材、国内西语专业专用教材《现代西班牙语》、《速成西班牙语》以及DELE考试专用教材。
课程安排:
课程 | 中教 外教课时 | 开班时间 | 授课师资 |
A1 | 40小时 20小时 | 预约开班 | 中教外教 |
A2 | 40小时 20小时 | 预约开班 | 中教外教 |
B1 | 60小时 30小时 | 预约开班 | 中教外教 |
B2 | 60小时 30小时 | 预约开班 | 中教外教 |
A2 考级冲刺VIP班 | 10小时 10小时 | 预约开班 | 中教外教 |
B1 考级冲刺VIP班 | 20小时 10小时 | 预约开班 | 中教外教 |
B2 考级冲刺VIP班 | 20小时 10小时 | 预约开班 | 中教外教 |
北美留学西语辅导 | 定制课时 | 预约开班 | 外教 |
面签辅导 | 5小时 | 预约开班 | 外教 |
西语阅读:《堂吉诃德》第5章
Capítulo quinto Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero Viendo, pues, que en efecto no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros, y trájole su cólera a la memoria aquel de Baldovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la monta a... historia sabida de los ni os, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de viejos, y con todo esto no más verdadera que los milagros de Mahoma. Esta, pues, le pareció a él que le venía de molde para el paso en que se hallaba, y así con muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra, y a decir con debilitado aliento lo mismo que dicen decía el herido caballero del bosque: Donde estáis, se ora mía, que no te duele mi mal? O no lo sabes, se ora, o eres falsa y desleal. Y de esta manera fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dicen: Oh noble marquás de Mantua, mi tío y se or Carnal. Y quiso la suerte que cuando llegó a este verso acertó a pasar por allí un labrador de su mismo lugar, y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba. Don Quijote creyó sin duda que aquel era el marqués de Mantua su tío, y así no le respondió otra cosa sino fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa, todo de la misma manera que el romance lo canta. El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates, y quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro que lo tenía lleno de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: se or Quijada (que así se debía de llamar cuando él tenía juicio, y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante) quién ha puesto a vuestra merced de esta suerte? Pero él, seguía con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar, para ver si tenía alguna herida; pero no vió sangre ni se al alguna. Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Recogió las armas hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo, bien pensativo de oír los disparates que Don Quijote decía; y no menos iba Don Quijote, que de puro molido y quebrantado no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando daba unos suspiro que los ponía en el cielo, de modo que de nuevo obligó a que el labrador le preguntase le dijese qué mal sentía; y no parece sino que el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos, porque en aquel punto, olvidándose de Baldovinos, se acordó del moro Abindarráez cuando el alcaide de Antequera Rodrigo de Narváez le prendió, y llevó cautivo a su alcaidía. De suerte que cuando el labrador le volvió a preguntar cómo estaba y qué sentía, le respondió las mismas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído la historia en la Diana de Jorge de Montemayor, donde se escribe; aprovechándose de ella tan de propósito que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades; por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábase priesa a llegar al pueblo, por excusar el enfado que Don Quijote le causaba con su larga arenga. Al cabo de lo cual dijo; sepa vuestra merced, se or Don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa, que he dicho, es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean, ni verán en el mundo. A esto respondió el labrador: mire vuestra merced, se or, pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del se or Quijada; yo sé quien soy, respondió Don Quijote, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las haza as que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías. En estas pláticas y otras semejantes llegaron al lugar a la hora que anochecía; pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero. Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo y en casa de Don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de Don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: qué le parece a vuestra merced, se or licenciado, Pero Pérez, que así se llamaba el cura, de la desgracia de mi se or? Seis días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. Desventurada de mí! que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene, y suele leer tan de ordinario, le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante, e irse a buscar las aventuras por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha. La sobrina decía lo mismo, y aún decía más: sepa, se or maese Nicolás, que este era el nombre del barbero, que muchas veces le aconteció a mi se or tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches: al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recibido en la batalla; y bebíase luego un gan jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísisma bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi se or tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de ma ana sin que de ellos no se haga auto público, y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho. Todo esto estaban oyendo el labrador y Don Quijote, con que acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino, y así comenzó a decir a voces: abran vuestras mercedes al se or Baldovinos y al se or marqués de Mantua, que viene mal ferido, y al se or moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera. A estas voces salieron todos, y como conocieron los unos a su amigo, las otras a su amo y tío, que aún no se había apeado del jumento, porque no podía, corrieron a abrazarle. El dijo: ténganse todos, que vengo mal ferido por la culpa de mi caballo; llévenme a mi lecho, y llámese si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate mis feridas. Mirad en hora mala, dijo a este punto el ama, si me decía a mí bien mi corazón del pie que cojeaba mi se or. Suba vuestra merced en buena hora, que sin que venga esa Urganda le sabremos aquí curar. Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballería que tal han parado a vuestra merced. Lleváronle luego a la cama, y catándole las feridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que pudieran fallar en gran parte de la tierra. Ta, Ta, dijo el cura; jayanes hay en la danza? para mí santiguada, que yo los queme ma ana antes de que llegue la noche. Hiciéronle a Don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa, sino que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador, del modo que había hallado a Don Quijote. El se lo contó todo con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que el otro día hizo, que fue llevar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de Don Quijote. (责任编辑:何佩琦)
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